Solo le falta hablar...

Publicado en por La bea

Solo le falta hablar...

Dicen que a los perros solo les falta hablar... yo pienso que no les hace ninguna falta. ¿Para qué?. ¿Para que nos digan que quieren salir?. ¿Para que nos digan que tienen hambre?. ¿Para que nos digan que quieren que los acariciemos?. ¿Para que nos digan que les molesta una oreja?. Si ya lo sabemos. Ya nos lo dicen sin usar palabras. Que hablaran, solo serviría para volvernos más loc@s aún, pero no para que los entendiéramos mejor.

Por ejemplo, cuando estoy comiendo jamón york, mi perra Kaye se planta delante mía con su cara de: "Dame algo que no he comido en una semana", que llevan todos los perros impreso en su ADN.

Sé que los perros no tienen expresiones faciales propiamente dicha, aunque nosotros si se las reconocemos. No sé si será por nuestro afán por humanizarlos o porque su juego de orejas, ojos y cejas equivales a nuestras caras de...

No hace falta que hablé para saber que es lo quiere. Sé que quiere que le dé jamón york. Aún así le pregunto:

- ¿Qué quieres?.

Entonces ella mira de reojo el jamón york y luego a mí y luego al jamón york de nuevo. Solo le falta decirme:

- ¿Te hago un esquema?.

Es un movimiento de ojos muy rápido, que solo hace cuando le hago esa pregunta. Hasta que cansada de mi, de mis preguntas y de que no le dé jamón york, me pone la pata encima de la pierna primero y saca un poco las uñas después, creo que lo hace para no darme un puñetazo y comerse todo el jamón york.

Es un poco como cuando tu peque se porta mal en la calle pero no quieres dar un espectáculo, así que aprietas los dientes, le agarras la mano y se la prietas fuerte, solo un poco, para que sepa sin gritarle, que le reñirás a la antigua usanza, sin puntos rojos de por medio... pero cuando llegues a casa.

O como cuando no tienes peques y un día viene uno de visita y se pone a potrear en tu sofá: 

-Bonito, estate quieto- le dices entre dientes y usando la sonrisa del Joker.

Y aunque usas un tono amable, da miedo.

Cuando, por ejemplo, estoy haciendo salchichas, Kaye se pone justo delante mía, entre la vitrocerámica y yo, parece que se va a poner ella a cocinar. Entonces me mira con cara de: "Anda quita, que ya sigo yo" y sin que diga una sola palabra, sé que quiere que le dé una... o todas. Como es imposible que pueda seguir cocinando con ella, colocada como una muro, delante mía, le digo:

- Kaye, quítate, que me vas a caer.

Y ella obediente como es (y medio empujada por mí) se quita y se va hacia a su plato y de alguna manera pone cara de asco. Se queda un rato mirando al pienso y aunque ella no piense, sé que está pensando:

- ¿Pero y las salchichas?.

Y entonces me mira y sin necesidad de hablar, sé lo que quiere decirme:

- Echa una salchicha aquí... o dos.

Cuando, por ejemplo, se tira todo lo larga que es, justo delante puerta de la cocina, como si se hubiera desmayado, con actitud de: "No nos moverán", sé, sin que me lo diga, que su plato está vacío y que tiene tanta hambre que se comería hasta el pienso que le ponga.

Así que me las ingenio para pasar sobre ella sin matarme y aunque sé que tengo que ponerle la comida, antes voy a la nevera. La nevera se encuentra justo al lado de la puerta de cocina y al lado de la desparramada Kaye. La abro, cojo lo que necesito y la cierro, empiezo a andar y me tropiezo... casi me caigo. Miro al suelo, sobre mi pie, una pata. Kaye ha estirado totalmente una de sus pata hacia mí y mira con disimulo hacia otro lado... le falta silbar y yo que soy muy perspicaz y a pesar de su maravillosa forma de disimular, sé que me ha puesto la zancadilla.

- Kaye, no hace falta que me mates para llamar mi atención. Sé que estás ahí. Te he visto y sé que tienes hambre.

Cuarenta kilos de perra tirada en el suelo, toda la longitud de la puerta, como para no verla. Pero al final lo ha conseguido. Antes de hacer nada más, le pongo la comida, para que deje de atentar contra mi vida.

Cuando Kaye mira a la puerta de la casa fijamente, sin pestañear, como si quisiera hipnotizar a la cerradura, como cuando Bolt creía que tenía super poderes e intentaba derretir la cerradura con la mirada, no hace falta que diga nada para hacerme saber que quiere salir a dar un paseo.

Y cuando nos vamos de paseo a donde no molestamos a nadie, la suelto pero entonces llega el momento de irnos y le pongo la correa de nuevo... y se desmaya. Es como si un francotirador le hubiera  pegado un tiro y sé sin que diga una palabra que no le ha gustado nada lo que acaba de pasar.  

Algunas veces, cuando Kaye y yo volvemos de paseo, noto que anda cada vez un poco más lento, hasta que voy con mi brazo totalmente estirado hacia atrás, la correa totalmente estirada hacia atrás y ya luego Kaye y sé, sin que me lo diga, que no quiere volver a casa aún, que quiere seguir de paseo, que considera que el paseo ha sido demasiado corto. 

Otras veces, cuando volvemos del paseo, me encuentro con algún conocido, por lo que me paro hablar con esa persona. Cuando Kaye considera que llevo mucho tiempo hablando, me mira y que quiere irse a casa. Aunque si está suelta, no solo me mira, se va directamente y cuando lleva un trecho que ella considera suficiente, se vuelve y me mira con cara de: "Vámonos yaaa". Si la ignoro y sigo hablando, vuelve a andar otro trecho, se para de nuevo y se gira para mirarme y parece que va decirme: "Yo me voy sin ti"... de echo se va sin mí. Estoy planteándome colgarle una llaves en el collar.

Es bien sabido que a los perros hay que darles un paseo llueva, truene o haga un sol que justicia. Eso es así. Porque como les digo a mis peques, lo animales no saben ir al baño y aunque a mis peques les gustaría que enseñáramos a Kaye ir al baño, aun está en proyecto. Por ahora tenemos que seguir sacándola a dar un paseo haga el tiempo que haga pero Kaye no siempre está de acuerdo con ésto:

- Kaye, vámonos a dar un paseo 

La llamo pero ese día hace mal tiempo, por lo que en vez de levantarse, se hace un rosco perfecto y cierra los ojos con fuerza. Da la impresión que intenta hacerse invisible. Me recuerda a esos peques que para que no les veas cierran los ojos. Como yo no te veo, tú a mí tampoco. La llamo de nuevo y cierra los ojos con más fuerza.¿ Y cómo es posible que escuche sus pensamientos si no piensa? 

 - A ver si la loca esta se aburre de llamarme que yo con le tiempo que hace no voy a ir a ningún lado. 

Cuando los peques están en la cama, Kaye sabe que es su momento. Se pone delante mía y me da con la nariz, primero flojo y luego más fuerte. Sé que quiere que la acaricie y eso hago pero como deje de hacerlo, me da con la pata. La sigo acariciando. Vuelvo a parar y me vuelve a dar y así hasta que la ignoro y como ve que darme con la pata no basta. Me mira y pone su pata sobre mi brazo, saca las uñas lo justo para poder llevar mi brazo hacia ella. "No tienes otra opción"- me dice telepáticamente- "O me acaricias... o me acaricias" 

Cuando llega la hora de dormir y se queda mirando la escalera con una cara que podría definirse como de pena, sé que quieres subir. Kaye está mayor y donde yo veo una escalera, ella ve el Everest. Saco la animadora que hay en mí.

-  Venga Kaye, tu puedes

Entonces se va para el salón da una vuelta y se vuelva a la escalera. Supongo que está cogiendo carrerilla. La animo de nuevo.

- Venga Kaye .

Entonces se va para la cocina, da otra vuelta y vuelve al pie de la escalera. Sigo animándola. 

- Venga Kaye.

Sube una pata y se para. No hace falta que me diga nada que tiene miedo. Tiene un miedo tremendo a caerse por las escaleras... otra vez. No se atreve. La animo de todas las maneras posibles. Solo me falta sacar una pancartas y decir a voz en grito:

- Dame una K.

- Dame A.

- Dame Y

- Dame E.

¡¡¡KAYE!!! y ponerme a hacer piruetas como loca. 

Pero lo descarto porque toda la casa está dormida... y porque yo también estoy mayor.

Al final se anima, sube dos escalones y se para. La intento ayudar pero saca las uñas, lo que es peor porque hace que se resbale pero por mucho que se lo explique, ella no lo entiende y no sé porqué. Termina dando media vuelta.

Estamos como al principio. Quizás sea mejor que esta noche duerma en el salón, pienso.

- Ve a tu sitio- le digo.

La acompaño hasta allí. Se sienta en su manta y me mira y aunque no habla, sé que no quiere quedarse sola. Me voy, empiezo a subir la escalera y miro hacia atrás y allí está, en el umbral de la puerta, observándome con cara de pena.

- Anda vamos- le digo.

Y empieza de nuevo la repetición de sus idas y venidas, de la escalera al salón y de la escalera a la cocina, con sus respectivas vueltas incluidas.

Media hora mas tarde, y después de haber descartado varias veces cogerla en brazos porque nos acabaríamos cayendo las dos por las escaleras y probablemente rompiéndonos algo, sube.  ¡Prueba superada!. Mañana más...

Y cuando Kaye va andando con la cabeza ladeada hacia un lado. Sé que le molesta esa oreja.

Y cuando llega la Navidad y con ella los petardos, sé que es la peor época del año para Kaye. ¿Y cómo lo sé, si no habla?. Porque no hace falta, su cara de miedo, lo dice todo y por si no fuera suficiente con eso, se esconde en su propio rincón del pánico. No quiere salir a dar un paseo, no quiere comer y tiembla. Lo pasa fatal, lo sé. Lo veo y no necesito que hable para saberlo.  

En realidad no es cierto del todo que los perros no hablen. Como todos los animales tienen un idioma secreto. Su propio idioma formado por ladridos y llantos que usan cuando su idioma sin palabras no les da el resultado que quieren.

Conclusión: A los perros no les hace ninguna falta hablar, en eso radica su encanto, ¿no?.

Hasta aquí mi post de hoy. Nos vemos pronto... o eso espero. 

 

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